lunes, 20 de octubre de 2008

RELATO CORTO V

Esa noche loca.



RIIIINNNNGGG!!! RIIIINNNNGGG!!! RIIIINNNNGGG!!!

Suena el despertador y comienza un nuevo día. Tony entorna los parpados con un gran esfuerzo y hecha un leve vistazo a su alrededor. Algunos rayos de luz entran inexorables por los agujeros de la persiana dando una ligera claridad y creando un ambiente tenue casi de película. Un extraño olor a humedad o incluso se podría decir a bodega inunda la habitación. Algo no va bien.

Tony se incorpora y sus pupilas se dilatan, su boca esta muy reseca y su ritmo cardiaco comienza a aumentar hasta alcanzar el ritmo de una bomba de relojería. Donde estoy? Por dios!! Donde estoy?

Tony salta de la cama y se dirige raudo hacia la puerta de esa habitación que por completo desconoce. Habré la puerta y se da cuenta que esta en un hotel de lujo. –Que extraño? Se pregunta retóricamente.
No recuerda nada de la noche anterior y en pijama se dirige a recepción.




Tony- Buenos días me puede usted decir que hago aquí?
Recepcionista- Esta usted de broma?
Tony- Como que si estoy de broma?
Recepcionista- Señor, usted es el dueño de este hotel, que humor tiene! Desde luego como es usted!
Tony- Si, Si, desde luego que…vaya como soy Je!, Je!!
Recepcionista- Por cierto señor, su limousine le espera.

En efecto las piezas empezaban a encajar, todo el mundo le saludaba muy atento como si fuera alguien importante. Tony no recordaba haberse sentido así nunca pero la verdad es que le resultaba satisfactorio. Se dirige corriendo a su habitación subiendo las escaleras de dos en dos para ponerse algo de ropa adecuada y bajar de nuevo. En efecto la fortuna le sonreía, atrás quedaban las noches en la calle, las peleas a horas intempestivas, los empujones en las discotecas…

(ADVERTENCIA el final de este relato se encuentra en el comentario numero seis del relato “Elsa y yo” cuyo enlace esta en esta misma pagina a la derecha, en la parte superior donde pone RELATOS)

lunes, 13 de octubre de 2008

RELATO CORTO IV

Parte segunda



Melisa y Tom.




Es viernes por la tarde y como otros tantos Tom parte hacia la gran ciudad. Suele quedar a mitad de camino con Melisa con la que lleva saliendo tres años.

Conduce al contrario que otras veces con la mirada lánguida, casi pálido, mientras escucha un directo en el Cd que parece ser su única conexión con este mundo. Por fin llega como de costumbre a un aparcamiento justo al lado de un centro de ocio donde suele quedar con ella. Son las ocho y media de la tarde aunque en realidad es de noche, ya que los días son demasiado breves en invierno y la luz se marcho cuando comenzaba su viaje.

Espera en el coche excesivamente tranquilo. El trasiego de vehículos es intenso y Tom parece no tener prisa. Su mente esta cargada de pensamientos, de ideas que van y vienen y le generan emociones encontradas que erizan su piel.

Pasados treinta minutos sus ojos no pueden más y comienzan a brotar manantiales de lágrimas por toda su cara. Melisa no llegara esa tarde. En realidad habían dejado su relación hacia dos semanas. Tom solo buscaba sumirse en la más completa desesperación y darse cuenta de que ya no estaba con ella y que de nuevo se encontraba solo.

Regresa el camino, en lo que resultaría seguramente uno de los viajes más largos de su vida, que nunca hubiera querido tener que emprender, aunque en su cabeza adquiría fuerza la idea de que, después de todo, era lo mejor que le había podido ocurrir.

martes, 7 de octubre de 2008

RELATO CORTO IV





Parte primera
Melisa y Tom.






Melisa trabajaba poniendo copas en un garito de la costa, un bar no muy grande en el que sonaba música muy variada. Grupos como Los secretos, El último de la fila, Alarma, combinados en ocasiones con Barricada, Extremoduro, los suaves. Una mezcla entre pop y rock duro que en principio solo el DJ parecía entender y que al final terminó resultando de lo mas normal.

Trabajaba el fin de semana, viernes, sábado y domingo, le daba para vivir. El resto de la semana disponía de todo el tiempo del mundo, realmente contracorriente su manera de entender la vida.

Normalmente se levantaba tarde, sobre las once. Durante quince o veinte minutos se quedaba despierta, aun metida en la cama pensando sobre su vida. Había nacido en un país lejano, del norte, y ahora vivía aquí en un piso de alquiler con otras dos compañeras.

Tenía la suerte de sentirse libre, feliz de disfrutar la vida que deseaba. Casi toda la mañana se la pasaba patinando, disfrutando de su afición y convirtiendo las calles de la ciudad en un laberinto artístico que solo Melisa podía ver. Su corazón la dictaba pasar las tardes en un lugar de acogida próximo, en el que ayudaba en todo lo que podía, como recompensa ensanchaba su alma cada día un poco más. Continuará...