lunes, 29 de septiembre de 2008

RELATO CORTO III




A sus ochenta.



Había vivido gran parte de su vida solo ya que se caso joven y al tener su cuarto hijo su mujer murió dejándole sumido en la desesperación, con cuatro hijos que sacar adelante y un dolor inmenso casi insoportable, que oprimía con fuerza su pecho. Vivía en un pueblo no muy grande, trabajando a jornales y explotando algunas tierras que heredo de sus padres. Su cuñada le ayudo bastante a sacar adelante a sus hijos sobre todo al recién nacido. El tópico no se cumplió ya que entre ambos nunca surgiría nada.

Berto lo fue superando poco a poco, pasaron los años más duros y la estabilidad volvió a su vida. Sus hijos crecieron y cada uno fue buscando su camino y le fueron abandonando. Uno de ellos le propuso que se fuera a vivir con El a su piso, en una zona costera con un clima agradable y la compañía de su familia. Berto se decidió y marcho en busca de nuevos aires. Una vez allí se le abrieron un montón de puertas que en su pueblo ni siquiera existían. Conoció a un grupo de gente de su edad con los que charlaba, tomaba, a veces bailaban, en fin, se divertía.



Cincuenta años son muchos años de soledad y Berta seria la encargada de ponerlos fin. Ella era dos años menor que El y parecían estar el uno hecho para el otro.


Dos años duro la historia en la que ambos se volvieron a sentir mas vivos que nunca, saliendo, riendo, conociéndose. Realmente no se habían terminado de conocer cuando desgraciadamente Berta moría.



Berto fue su amor y su verdugo quitándola la vida y después quitándosela El. Nadie de sus conocidos daba crédito a tan aterrador suceso. Berto se convertía así en uno mas de esos asesinos con los que convivimos y que arrebatan la vida, y juegan a ser cualquier Dios por un día, y no lo consiguen, y terminan siendo demonios para siempre.

martes, 2 de septiembre de 2008

RELATO CORTO II




Shirle.



El mundo de la noche que nos resulta tan divertido a veces, se puede convertir en un campo minado. Salir, beber, el rollo de siempre… en algunas ocasiones termina de manera dispar sorprendiéndonos grata o ingratamente.
Shirle frecuentaba este micro mundo más de lo que debería. Viviendo deprisa se la escapan muchos detalles de la vida y con cada detalle alguna que otra neurona opta por apagar su luz. Su mayor enganche la heroína que consume cada vez con mayor frecuencia. Nadie diría que esa chica tan atractiva, simpática y saludable escondiera tan inquietante secreto. A veces piensa en dejarlo pero solo lo piensa. No es capaz de encontrar sentido a su vida ni encontrar la seguridad en ella misma, la seguridad que necesitaría para poder afrontar los hechos tranquilamente. A veces es duro aceptarnos como somos con tantas limitaciones, virtudes y defectos.
Shirle no es ajena a ello y la resulta mucho más fácil consumir su dosis para sentirse durante algún tiempo y de manera sencilla alguien importante, que esforzarse en conocerse y exponerse a los demás tal como es. Los días que toca trabaja como actriz de películas pornográficas, profesión que si bien la empezó de manera divertida cada vez la iba pesando más y más hasta convertirse en algo rutinario y aburrido.


Suke era su novio, la quería más que a su vida y no le gustaban nada los excesos ni el trabajo de Shirle pero en realidad no era el adecuado para dar consejos porque también tenía sus vicios y una vida un tanto descuadrada.

Suke: ¿Por qué te enfadas Shirle?
Shirle: Estoy harta!, siempre igual, siempre con tus tonterias, me haces quedar como una idiota!
Suke: pero si solo era una broma!
Shirle: dejame en paz, ¡joder!

Shirle salía de la discoteca malhumorada y como si la llevara el viento. Suke decidió tomarse otra copa con los colegas pensando que se la pasaría y que volvería. Después de una hora comenzó a preocuparse, era demasiado tiempo y ella no volvía. En realidad nunca mas volvió a verla, a ver el brillo de sus ojos, ni a ver su sonrisa, ni su pelo deslizándose por la cara, ni a escuchar sus mentiras envueltas en verdades. Ella, Shirle, si lo volvería a ver.